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Detrás de Martín, Ana

03 Nov

La sabiduría popular afirma que detrás de un gran hombre, hay una gran mujer, y muchos son los ejemplos que refuerzan estas palabras. En estas líneas quisiéramos acercarnos a la figura de una gran mujer, a la que podremos conocer por la grandeza de su hijo. Se trata de Ana Velásquez, mamá de fray Martín de Porres, nuestro santo moreno.

De Ana se sabe que era afrodescendiente y venida de Panamá. Había sido esclava y, dada su bondad y eficiencia, recibió la libertad. De su unión con el español Juan de Porres nacerían sus dos retoños: Martín y Juana. El primero heredaría su color de piel y, por qué no decirlo, la semilla de bondad que albergaba en su corazón.

Aquella mujer vivió en carne propia diversos estigmas de la sociedad de su tiempo (que posiblemente, de una u otra forma sean causa de sufrimiento para muchas mujeres hoy), ya que, además de sufrir la discriminación racial, también vivió bajo los estigmas de ser pobre y madre soltera. Sin embargo, sorprende que, con todo ello, jamás inculcó en sus hijos ningún tipo de resentimiento hacia la sociedad, ni algún revanchismo hacia los demás. El claro ejemplo lo vemos en su Martín, que, según los biógrafos, se caracterizó desde niño por su solidaridad con los otros oprimidos, con los “nadie” de la Lima virreinal y “religiosa”.

Preparó a sus hijos para ser personas de bien, e incluso, la vemos renunciando a ellos durante la época en que, por su educación, pasaron buen tiempo en Guayaquil, junto al papá. Materialmente, Ana podía darles poco y nada a los suyos; sin embargo, la buena madera de la que estaban hechos el futuro santo y su hermana, provenía más de ella, de sus manos orantes, de su nobleza de espíritu.

El cine, con las películas más famosas de fray Martín, ha sido el único que nos ha retratado a Ana Velásquez, colocándola como una mujer fuerte, sufrida y tierna. La piedad de los que invocamos a Martín nos hace quererla y ver en ella a muchas madres peruanas que han sabido dar lo mejor a sus hijos, aquello mejor que no es necesariamente lo material, sino la fe, la compasión hacia los otros, el valor de la honradez y de la generosidad. Sin duda, valores muy necesarios para esta hora en nuestro Perú.

¡Bendito sea el Señor por aquellas madres, que, como Ana Velásquez, en el silencio de su oración y de su obrar, asumen con todo su ser la vocación cristiana, santidad de la puerta de al lado!

P. José Miguel Villaverde Salazar, SSP

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