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Dios es Misericordia

24 Abr

El Papa Francisco dice: “La misericordia es la actitud divina que abraza, es la entrega de Dios que acoge, que se presta a perdonar”, con estas bellas palabras sintetiza uno de los más profundos y bellos atributos del ser de Dios: La Misericordia. Y es que hablar de la misericordia en un mundo donde prevalece el egocentrismo, la individualidad y el orgullo, parece desde ya un término desfasado y obsoleto. Nos olvidamos que la experiencia de nuestras vidas sea como fuese está llevada y sostenida por un Dios que paradójicamente nos abraza, se entrega y nos acoge todos los días. Es decir, un Dios que no tiene misericordia, sino que ES misericordia.

En la Biblia la expresión misericordia tiene su origen en las palabras hebreas: “Hesed”, que revela lo más profundo del ser humano y, “Rahamin”, que denota el “amor de madre”. Éstos dos términos nos dan la pauta con la cual los judíos conocían el actuar de Dios, es decir, Dios es desde lo profundo de su ser nos ama infinitamente como una madre a sus hijos. Igualmente, etimológicamente sabemos que misericordia deriva de las palabras “Miser” que significa “pobre” y “Corda” que traducimos como “corazón”, denotando nuevamente que, es Dios quien nos ama desde su centro más profundo, su corazón.

Es así como la experiencia del pueblo de Israel en el Antiguo Testamento está marcada por la cercanía constante de Dios. El mensaje de los profetas está centrado en la misericordia de Dios para con su pueblo. Los Salmos y la historia judía no hacen más que alabar lo amoroso que es Dios con sus hijos. Pero, es en el actuar de Jesús donde se pone de manifiesto la ternura de Dios.

La experiencia que Jesús tiene de su Padre Dios contiene una práctica y dimensión salvífica marcada por la misericordia y la acogida. Jesús en sus palabras y gestos nos muestra a un Dios que no nos juzga, sino más bien nos levanta, anima, protege y nos ama. Ese es el nombre de Dios, un Dios cercano, tierno, que nos ama desde su corazón. Este amor nos compromete a ser misericordiosos primero con nosotros mismos, con nuestra historia personal, con nuestra familia y nuestra sociedad, pues, sólo cuando nos veamos amados, perdonados y animados, podremos amar, perdonar y animar a los demás.

María, madre de la misericordia, enséñanos a amar.

Por: Lic. Efrain F. Espinoza Carrasco

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