Tratar el sentido bíblico del miércoles de ceniza es tratar su sentido litúrgico, porque la Biblia y la liturgia van de la mano, se entrelazan. Mientras la Biblia pone por escrito la Historia de la Salvación que llega a su culmen en Jesucristo, la Liturgia es el ejercicio de dicha salvación por medio de la acción sacerdotal de Jesucristo.
Es por eso que la liturgia cristiana a través de los siglos ha recogido elementos y signos de la liturgia judía, una de ellas es la ceniza, porque ambas tienen un lenguaje común que nace de la Escritura. El rito de la imposición de la ceniza, tal como ahora lo conocemos es una invitación a la conversión (Cf. Mc 1, 15) «…conviértanse y crean en la Buena Nueva» y también es un recordatorio de nuestra fragilidad humana marcada por la experiencia del pecado y la muerte (Cf. Gn 3, 19) «…Porque eres polvo y al polvo volverás».
En otra parte del Antiguo Testamento, la ceniza expresa arrepentimiento y dolor por los pecados cometidos. Jeremías aconseja al pueblo de Jerusalén que se cubra con cenizas para escapar de la ira de Nabucodonosor (Jer 25, 34). Los ninivitas se vistieron con cilicio y pusieron cenizas sobre sus cabezas para evitar el castigo de Dios (Jo 3,6). La expresión polvo y ceniza aparece asociado al arrepentimiento de Abraham y Job por querer interpelar o cuestionar a Dios (Gn 18, 27; Jb 30, 19; 42, 6). En (Eclo 17,32; 40,3) estas dos palabras se usan para indicar la fragilidad de la condición humana frente a la presencia gloriosa de Dios.
La ceniza junto con el ayuno son prácticas de penitencia del A.T y N.T y aunque los discípulos de Jesús no ayunaban (Cf. Mc 2, 18-22; Mt 9, 14-17 y Lc 5, 33- 39) Jesús revela que sus discípulos ayunarán cuando el novio sea arrebatado, siendo una referencia a su ascensión a los Cielos.
En este tiempo, el ayuno se convierte en signo de penitencia y espera al regreso de Jesucristo precisamente para que lleve a plenitud la alianza matrimonial entre Él y la Iglesia. Vivamos este inicio de Cuaresma con una actitud de conversión y acogida del Evangelio, para formar parte del Reino de Dios.
Luis Breña
Centro Bíblico San Pablo