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    El Misterio de la Santísima Trinidad

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    07 Jun

    Desde la infancia hemos invocado a la Trinidad Santa. Toda actividad religiosa la realizamos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y es tan espontáneo y seguro el amor a Dios que nunca hemos puesto en duda su existencia como Dios uno y Trino. Dios es nuestra vida, es el centro de todo cuanto existe y sabemos que nuestra mente algo alcanza a comprender el misterio divino. Se nos dice que son tres y son uno, un solo Dios en tres Personas. Jamás alcanzaremos a comprender totalmente a Dios porque nuestra mente nunca será suficiente.

    Alcanzamos a comprender algo de lo que es Dios, por lo que Él mismo nos ha revelado; por eso conocemos al Hijo y también al Padre y al Espíritu Santo. Gocemos este día la definición que nos dio san Juan, Dios es Amor y entonces todo lo que alcancemos, no a saber de Dios, sino a sentir sobre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, sintámoslo desde el Amor, de hecho, el evangelio de hoy inicia, “tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único...”.  Es mejor detenernos a contemplar a Dios como Amor, porque es su esencia, es ese Amor que recibimos y además somos su imagen, ese Amor que es Dios que compartimos, es el Amor de Dios que nos lleva a ser personas sencillas y amables, diríamos casi divinas, porque somos la expresión del Amor de Dios. Tal vez no sabremos explicar todo ese misterio del Amor, pero si podemos explicar que el origen de nuestra alegría de amar y ser amados lo alcanzamos porque somos fruto del Amor de Dios.

    Gocemos lo que es Dios, Amor y dejemos a los teólogos que nos digan que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son uno, porque Dios es amor, y el amor es la fuerza vivificante absoluta, la unidad creada por el amor es más unidad que una unidad meramente física. El Padre da todo al Hijo; el Hijo recibe todo del Padre con agradecimiento; y el Espíritu Santo es como el fruto de este amor recíproco del Padre y del Hijo.

    Equipo Paulino

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