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    Jesús, Maestro de Oración

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    26 Jul

    En este año “dedicado a la oración”, en preparación al Jubileo 2025, compartimos algunas reflexiones del ciclo de Catequesis sobre la Oración del Papa Francisco.

    Durante su vida pública, Jesús recurre constantemente a la fuerza de la oración. Los Evangelios nos lo muestran cuando se retira a lugares apartados a rezar. También en los momentos de mayor dedicación a los pobres y a los enfermos, Jesús no descuidaba nunca su diálogo íntimo con el Padre.

    El Catecismo afirma: «Con su oración, Jesús nos enseña a orar» (n. 2607). Por eso, del ejemplo de Jesús podemos extraer algunas características de la oración cristiana:

    Ante todo, posee una primacía: es el primer deseo del día, algo que se practica al alba, antes de que el mundo se despierte. Restituye un alma a lo que de otra manera se quedaría sin aliento. Un día vivido sin oración corre el riesgo de transformarse en una experiencia molesta o aburrida.

    En segundo lugar, la oración es un arte para practicar con insistencia. Jesús mismo nos dice: llamen, llamen, llamen. Todos somos capaces de oraciones episódicas, que nacen de la emoción de un momento; pero Jesús nos educa en otro tipo de oración: la que conoce una disciplina, un ejercicio y se asume dentro de una regla de vida. Una oración perseverante produce una transformación progresiva, nos hace fuertes en los períodos de tribulación, dona la gracia de ser sostenidos por Aquel que nos ama y nos protege siempre.

    Otra característica de la oración de Jesús es la soledad. Quien reza no se evade del mundo, sino que prefiere los lugares desiertos. Allí, en el silencio, pueden emerger muchas voces que escondemos en la intimidad: los deseos más reprimidos, las verdades que persistimos en sofocar, etc. Y, sobre todo, en el silencio habla Dios. Toda persona necesita de un espacio para sí misma, donde cultivar la propia vida interior, donde las acciones encuentran un sentido.

    Finalmente, la oración de Jesús es el lugar donde se percibe que todo viene de Dios y a Él vuelve. Es saber abandonarse en las manos del Padre, como Jesús en el Huerto de los Olivos. El abandono en las manos del Padre. Es bonito cuando nosotros estamos inquietos, un poco preocupados y el Espíritu Santo nos transforma desde dentro y nos lleva a este abandono en las manos del Padre: “Padre, que se haga tu voluntad”.

    Fuente: Catequesis sobre la oración, Audiencia General, 04 de noviembre 2020.

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