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    Juan Pablo II: La esperanza que consuela e interpela

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    21 Feb

    Estamos viviendo el JUBILEO 2025: El Papa Francisco nos invita a renovar la esperanza en este Año Santo. Por ello, presentamos algunos testigos de la esperanza que nos animan en nuestro caminar.

    En este mes de febrero se cumplen 40 años de la visita apostólica de san Juan Pablo II a nuestro Perú, una visita esperada, que permanece en el corazón de muchos peruanos que la vivieron y que comparten el recuerdo de esos días de gracia, luz y calor. Serían dos ocasiones en las que el Papa Wojtyla visitaría el Perú, sin embargo, la primera sería de mayor duración, del 1 al 5 de febrero, recorriendo costa, sierra y selva.

    ¿Cómo se encontraba el Perú de aquel entonces? El fenómeno migratorio del interior a la capital se asentaba en los nacientes pueblos jóvenes, la economía era inestable y la seguridad no estaba garantizada. El hambre y las injusticias sociales eran transversales a la patria que recibía emocionada la visita del Obispo de Roma por primera vez.

    De sus visitas a Arequipa, Lima, Cusco, Ayacucho, Trujillo, Piura y Amazonas, quizá la más célebre y recordada es la que realizó el 5 de febrero a Villa El Salvador. Fue un rotundo llamado a la solidaridad y a la escucha del Evangelio. Juan Pablo II vino a traer la esperanza del Evangelio de Cristo a una enorme cantidad de gente que vivía en los entonces “pueblos jóvenes” y que precisaban de alguien que representara su voz y que, a la vez, sea voz del Señor de la Vida en medio de un pueblo sufriente.

    Al escuchar el testimonio y saludo de pobladores representantes de aquel emergente Villa El Salvador, el Papa se salió del protocolo y proféticamente exclamó con vehemencia: “¡Por el bien del Perú, no puede faltar el pan de cada día en los pueblos jóvenes!” Tres años después, en su segunda visita a Lima dirá también: “No puedo silenciar la tristeza que invade mi corazón de pastor al comprobar que este noble pueblo peruano continúa sufriendo el flagelo de la violencia”. Sin duda, su presencia y palabras fueron bálsamo para un Perú sufriente, no tan distinto al de hoy en cuanto la injusticia social y a la violencia producto de la delincuencia.

    Para acompañar hoy nuestra esperanza, san Juan Pablo II nos vuelve a decir a los peruanos: “A la Virgen Santísima, Madre vuestra, mía y de toda la Iglesia, os encomiendo. Y le suplico que inspire sentimientos de generosa apertura en cuantos poseen recursos y humanidad; para que la serenidad, la justicia y la paz reinen en todos los pueblos jóvenes y en la entera nación peruana”. Que su intercesión siga bendiciendo al Perú y a toda la América Latina a la que él llamaba “el continente de la esperanza”.

    P. José Miguel Villaverde, ssp

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