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María, Auxilio de los Cristianos

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23 May

Esta advocación de la Virgen tiene una larga historia. En el año 345 d.C. en Constantinopla, san Juan Crisóstomo, fue el primero que llamó a la Virgen María con el título de “Auxiliadora” y en 749 d.C., san Juan Damasceno enseña la jaculatoria “María Auxiliadora, ruega por nosotros”. El 24 de mayo de 1814, el papa Pío VII, instauró la Memoria de María Auxiliadora, cumpliendo la promesa que él le hizo a la Virgen, si llegaba a Roma liberado de la prisión de Napoleón. En 1860, la Virgen se le presentó a san Juan Bosco y le pidió que le construyera un templo en Turín y que deseaba ser honrada con el nombre de “Auxiliadora”. Los Salesianos han hecho conocer y amar su devoción en todas las misiones que han emprendido.

Cuando se piensa en la palabra “auxilio”, viene a la mente una situación urgente, sin embargo, cuando esta palara se une a María, como Auxilio de los cristianos, su significado se llena de trascendencia infinita. Ella, la llena de Gracia vivió siempre unida a la Voluntad Divina, no tuvo más querer que el Querer divino siendo madre nuestra y por designio de Dios nos acoge en su regazo lleno de gracia y misericordia; pues nuestra madre conoce tanto de la alegría como del sufrimiento, del gozo como de la escases, incluso de la pérdida del esposo y del Hijo… Su corazón humano encerrado en la Divina Voluntad, no ha hecho otra cosa que ser Madre de la humanidad, necesitada, sufriente, orante, santa y pecadora.

Hoy también nos nutre con su auxilio porque, como en las Bodas de Caná, detrás de su ayuda nos trae la invitación a descubrir a su hijo Jesús en nuestra vida cotidiana, María sabe que detrás de nuestras necesidades están nuestras carencias más profundas, y aunque estemos más o menos conscientes de esto, ella sí lo sabe, escucha el gemido de cada corazón que en el fondo solo sabe que anda buscando responder a Dios en su llamado: hacer su Voluntad, dejarnos amar, dejarnos perdonar, dejarnos sanar por Él.

Cuando estemos agobiados por el peso de los problemas y situaciones difíciles que enfrentamos, acudamos a María, y ella, con amor de madre nos atenderá y suplicará a Dios por nuestras necesidades.

Gabriela Cordero Bendezú

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