Celebramos el Año Jubilar, “Año Santo del Señor". El Papa nos invita a renovar la esperanza. Por ello, presentamos algunos testigos de la esperanza que nos animan en nuestro caminar.
En sus escritos, Pablo expresa que la esperanza cristiana no es algo abstracto o meramente emocional. En su carta a los Romanos afirma: “En esperanza fuimos salvados” (Rm 8, 24), destacando que la salvación ya está en marcha, pero aún no se ha completado. Este concepto de "esperanza" en Pablo está profundamente entrelazado con la promesa de una nueva creación y la redención de todo el cosmos. La esperanza no es una espera pasiva, sino activa, en la que los creyentes colaboran con la obra de Cristo.
Pablo fundamenta la esperanza cristiana en la resurrección de Cristo, afirmando que sin ella la fe sería vana (1Co 15,17). La resurrección es la base de la esperanza de que los creyentes también resucitarán. Además, Pablo vincula esta esperanza con la glorificación en Cristo, asegurando que los cuerpos serán transformados y toda la creación será liberada (Rm 8). Esta esperanza no solo fue central en su teología, sino también su fuente de fortaleza personal en medio de sufrimientos. En 2 Corintios 4,16- 17, Pablo destaca que las aflicciones presentes son ligeras en comparación con la gloria venidera.
La esperanza fue el motor que animó a Pablo a seguir adelante, incluso ante la muerte. En Filipenses 1, 21 expresa: “Para mí, vivir es Cristo, y morir es ganancia”, demostrando que su esperanza en la vida eterna le permitía enfrentar la muerte con valentía. Esta certeza lo sostuvo en su misión, animándole a predicar el Evangelio con audacia, a pesar de las adversidades. Su vida es un testimonio de cómo la esperanza cristiana no solo transforma la manera en que se vive, sino también cómo se afrontan las pruebas y el sufrimiento.
Pablo, como apóstol de Cristo, no sólo predicó esta esperanza, sino que la vivió intensamente. En sus momentos de mayor tribulación, su esperanza en Cristo fue su ancla. Incluso cuando enfrentaba la persecución y la muerte, su convicción en la resurrección y en la victoria final de Cristo, le permitió mantenerse firme.
De este modo, Pablo se presenta, no sólo como un testigo de la fe y del amor, sino también como un incansable promotor de la esperanza, esa fuerza que sostiene al cristiano en medio de las pruebas y que dirige la mirada hacia el futuro glorioso que Dios tiene reservado.
Luis E. Breña – SOBICAIN ( Sociedad Bíblica Católica Internacional – San Pablo )