Catalina Benincasa, nació en Siena en 1347 y bien puede ser considerada una mística e intelectual de su tiempo. Su breve pero intensa vida no la hicieron ajena a los conflictos políticos y religiosos de la época, si bien su primera lucha fue contra su familia que pretendió casarla, igualmente tomó posición frente a las cruzadas contra el Islam así como luchando por evitar el Cisma de la Iglesia en Occidente.
Acogida por la Tercera Orden de los Dominicos, fue reconocida por sus virtudes místicas, comenzando así una fama que le acarreó las desconfianzas en los medios eclesiásticos, al punto de ponerla bajo vigilancia.
Si bien no era una literaria, pero su enorme lucidez intelectual la llevo a crear grandes obras que siglos más tarde le valdrían el título de doctora de la Iglesia, como el: Diálogo de la divina providencia en 1378 que consta de 167 capítulos, e igualmente sus cerca de cuatrocientas Cartas que se conservan hasta hoy, en las que comenta sus numerosas experiencias místicas, éxtasis y revelaciones.
Bienaventurada y Dolorosa
Catalina elegía los retiros y momentos de contemplación para conversar con Dios, recibir sus enseñanzas, consejos y consuelos, que luego llevaba a la vida pública y en su amor por la Iglesia. Ella no fue sólo el soporte de los afligidos y enfermos, sino también una fuerza moral que motivó a muchos a tomar posición en medio del mundo político y eclesiástico del siglo XIV, todo lo cual quedó evidenciado en su numerosa obra epistolar.
Motivada por una gran pasión y amor por la Iglesia, fue capaz de recorrer las cortes de gran parte de Italia predicando la paz y la concordia que evitara las divisiones al interior de la comunidad eclesiástica, así como el regreso de los papas a Roma tras el exilio en Avignon.
Murió en Roma a los treinta y tres años en 1380, fue canonizada por el papa Pío II en 1461 y el papa san Pablo VI la declaró doctora de la Iglesia en 1970.
P. Luis Neira R, ssp.