La Semana Santa es el tiempo con más intensidad litúrgica del año, donde se conmemora la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Se compone de dos partes: 1. El final de la Cuaresma (del Domingo de Ramos al Miércoles Santo), y 2. El Triduo Pascual: jueves, viernes, sábado-Domingo.
Con el Domingo de Ramos se inaugura la semana santa. En este día Jesús es presentado como el Rey-Mesías, que entra y toma posesión de su ciudad. Pero no entra como un rey guerrero que avanza con su gran ejército, sino como un Mesías humilde y manso, cumpliendo así la profecía de Zacarías (9, 9): "He aquí que tu rey viene a ti; él es justo y victorioso, humilde y. montado en un asno".
El Lunes Santo, se conmemora la purificación del templo por parte de Jesús, expulsando a los mercaderes y maldiciendo una higuera que no da fruto. También se recuerda la unción que María –la hermana de Lázaro-, le hizo a Jesús en su casa. En el Martes Santo, los evangelios nos recuerdan el anuncio que Jesús hace de su muerte inminente a sus discípulos. Y el Miércoles Santo recordamos la traición de Judas Iscariote a Jesús, entregándolo a las autoridades religiosas a cambio de treinta monedas, marcando así el fin de la Cuaresma.
El Jueves Santo, Jesús en su cena de despedida instituye la Eucaristía y con muchos gestos de humildad nos enseña qué es el servicio en la Iglesia. En la parte litúrgica se celebran dos misas: la llamada misa crismal, que tiene lugar únicamente en las catedrales, y la misa vespertina de la cena del Señor, en las parroquias y casas religiosas, con el gesto del lavatorio de pies.
El Viernes Santo es un día de dolor esperanzado pues acompañamos a Jesucristo en su vía crucis hasta llegar a su muerte. En este día la liturgia nos presenta una síntesis de los mejores contenidos de la devoción a la pasión de Cristo. La celebración termina en silencio, sin bendición ni canto final.
En el Sábado Santo, la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte, y se abstiene del sacrificio de la misa, permaneciendo desnudo el altar hasta que, después de la solemne vigilia de la resurrección, pueda alegrarse con gozos pascuales, de cuya abundancia va a vivir durante cincuenta días. Y finalmente, el Domingo de Pascua, la Iglesia celebre la victoriosa Resurrección de Cristo. Esta es la gran noticia que la Iglesia sigue anunciando en el mundo: –Jesús el Amado–, vive, y está siempre con y en medio de nosotros. Que la mamita del cielo nos acompañe a vivir este tiempo con devoción y ser partícipes del amor grande de Dios para con nosotros.
Lic. Efraín F. Espinoza Carrasco