Epifanía significa manifestación de Dios. Como simple dato de “cultura general” podemos añadir: El verbo griego epiphaino tiene el significado activo de «mostrar”; intransitivamente se usa para decir «mostrarse’” De él se deriva el substantivo epiphaneia, es decir «aparición”.
La celebración de la Epifanía es entonces la celebración de un Dios que ha decidido mostrarse, encarnado, pero de una forma que resultó y sigue resultando desconcertante: ¡se manifestó pobre, indefenso, dependiente de la providencia del Padre! Cuando lo que usualmente se esperaba era un príncipe poderoso y avasallador, que restaurase la gloria de Israel.
¿Qué implicaciones tiene una Epifanía así? Desde un principio nos llama a mirar nuestra escala de valores y a qué cosas le damos importancia: Un Dios pobre nos dice que lo material no es lo más importante. Un Dios indefenso nos llama a mirar con atención a quienes están necesitados y ver si podemos tenderles una mano, o dejarlos pasar, como pasaron la Virgen y San José por tantas puertas siendo desatendidos. Un Dios niño nos llama a ver cómo están nuestros corazones, llenos a veces de prejuicios para tender una mano al más necesitado.
La Epifanía de un Dios que pudo haberlo tenido todo, pero eligió ser uno más entre los pobres, nos enseña que, si bien es cierto que el dinero da seguridad, también lo es que cada una de las promesas de Dios, para quien en Él se abandona, son ciertas, y más confiables que las humanas. Al final cualquier seguridad humana falla, en cambio las promesas de Dios no: José y María vieron cómo su hijo fue adorado por los Magos de Oriente, cómo los pastores se maravillaron, cómo cada signo de Dios se cumplía con maestría y precisión, y cómo su providencia estuvo siempre con ellos.
Diácono Javier E. Gómez Graterol, SSP