La alegría de la espera en el tiempo de Navidad, más que una emoción sentimental o una celebración familiar, tiene su fundamento en María desde el relato de la Anunciación (Lc 1, 26-38).
Su respuesta al ángel "Hágase en mí según tu palabra" no nace del miedo, sino de una confianza gozosa en el Dios que cumple sus promesas. Esta alegría profunda no es simple emoción pasajera, sino el eco interior del gozo mesiánico anunciado por los profetas.
- El profeta Sofonías invita a Israel bajo la figura metafórica de la hija de Sion a alegrarse con júbilo: "¡Regocíjate, hija de Sion, da gritos de júbilo, Israel!" (So 3, 14).
- Este llamado profético no es ingenuo 5; surge en medio de un pueblo herido, cansado, que anhela la salvación.
- El gozo anunciado es fruto de la presencia del Señor en medio de su pueblo.
- María encarna este gozo de Sión: es la hija que recibe en su seno al Rey-Mesías, haciendo presente la promesa cumplida.
Isaías 62 retoma esta misma imagen, describiendo a Jerusalén como una novia que encuentra gracia ante su esposo: "Como se regocija el esposo con su esposa, así se regocijará contigo tu Dios" (Is 62, 5). El texto de Isaías que anuncia el júbilo por una Jerusalén restaurada, encuentra en María la plenitud de su cumplimiento.
- Su espera no es pasiva, sino activa, fecunda, confiada.
- Ella no sólo aguarda el cumplimiento, sino que ya participa del gozo por la acción de Dios.
Lucas acentúa que esta alegría mesiánica se desborda: el Niño salta en el vientre de Isabel, el Magníficat estalla como canto de liberación. María no guarda para sí el gozo; lo comunica, lo comparte, lo celebra. Es la alegría de quien ha sido visitada, tocada por la gracia, y sabe que la historia ha cambiado.
En tiempos donde la espera suele vivirse con ansiedad o desesperanza, María nos enseña a esperar con alegría, porque Dios ya está obrando. Su gozo es el de la fe que anticipa la salvación. Es una alegría humilde, mesiánica, silenciosa y fuerte, nacida del Dios que cumple sus promesas. Con María, la hija de Sion, aprendemos que esperar es ya comenzar a gozar del Reino de Dios.
Luis Eduardo Breña Solano, SOBICAIN Perú