La celebración de la Navidad, que nos recuerda el nacimiento del Salvador, nos ofrece una armoniosa mezcla de oraciones, cantos y colores en nuestro querido Perú. Mercados, tiendas y plazas se visten de motivos navideños que evocan la nostalgia de navidades pasadas, y que de algún modo apaciguan nuestros corazones ante los desafíos sociales y personales que vivimos.
Hoy elevamos nuestra gratitud al Señor por el don de la esperanza, que nos impulsa a mirar más allá, convencidos de que aquel niño de Nazaret, nacido en un humilde pesebre, ha venido entre nosotros para dar sentido a nuestra vida.
"Largo tiempo el peruano oprimido la ominosa cadena arrastró...": así comenzaba la primera estrofa del Himno Nacional que muchos cantamos en la infancia, hoy reemplazada por la sexta. Aquella letra nos recordaba un pasado marcado por el sufrimiento, la humillación y la división, con heridas aún latentes como el racismo y el terrorismo, que resurgen hoy en formas de violencia, inseguridad y corrupción. Sin embargo, el Dios de Jacob -el Dios fiel a sus promesas- ha enviado a su Hijo, quien se ha hecho hombre y camina entre nosotros.
Mientras los hombres se disputan posiciones, medallas y apariencias, el Altísimo se ha abajado, ha ensuciado sus manos por amor a nosotros, enseñándonos que la plenitud de la vida se encuentra en el servicio y el amor, y no en el prestigio o el reconocimiento.
El lema de la visita pastoral del papa Francisco: "Unidos por la esperanza", parecía anunciar el jubileo que hemos celebrado este año y reflejar también uno de los grandes anhelos del papa León XIV -el Papa peruano: la unidad. En Jesús encontramos nuestra esperanza, y unidos en él, descubrimos el Camino, la Verdad y la Vida.
Que esta Navidad nos encuentre trabajando con fe y compromiso. La esperanza se construye cada día, cuando dejamos de cruzarnos de brazos y nos ponemos manos a la obra. Digamos no a la división, al desaliento, a la ingratitud hacia nuestra patria, a la violencia y a los atajos que prometen triunfos fáciles12. Que el niño Manuelito, a quien celebramos con alegría, sea la causa de nuestra esperanza, nuestra unidad y nuestro gozo.
Difícil... sí. Pero jamás imposible.
P. José Miguel Villaverde, ssp