La oración es uno de los pilares fundamentales de la vida cristiana y un tema central en la Biblia. En el contexto de la Cuaresma, la oración adquiere un sentido especial, invitándonos a un diálogo profundo con Dios para crecer en la fe y fortalecer nuestra relación con Él. Este tiempo litúrgico es una oportunidad para imitar a Jesús, quien constantemente buscaba momentos de oración, incluso en medio de las pruebas.
Desde el Antiguo Testamento, la oración es presentada como el canal mediante el cual los creyentes se comunican con Dios, buscan su guía y expresan su confianza. En el libro de los Salmos encontramos ejemplos de oraciones que expresan tanto alabanza como súplica. El salmista clama: “En mi angustia invoqué al Señor; y Él me respondió” (Sal 118, 5), mostrando cómo la oración es una fuente de consuelo y esperanza en tiempos difíciles. Los profetas también recurren a la oración; Daniel, por ejemplo, ora, fervientemente intercediendo por su pueblo, confesando los pecados de Israel y pidiendo la misericordia divina (Dn 9, 3-19).
En el Nuevo Testamento, Jesús enseña sobre la importancia y el poder de la oración. Él mismo dedica tiempo a la oración, antes de momentos claves de su misión, como cuando pasa cuarenta días en el desierto en oración y ayuno (Mt 4, 1-2), preparándose para su ministerio y resistiendo las tentaciones. Durante la Cuaresma, recordamos este ejemplo de Jesús, quien nos muestra que la oración es también una fuerza interior para enfrentar las pruebas.
Jesús nos enseña, además, a orar: el Padre Nuestro. Con esta oración, Él nos revela que la relación con Dios debe ser cercana y confiada, llamándolo "Padre" y pidiendo por nuestras necesidades diarias (Mt 6, 9-13). Además, subraya la importancia de la sinceridad en la oración: “Cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto" (Mt 6, 6). Este llamado es especialmente significativo en Cuaresma, un tiempo para cultivar la intimidad con Dios, apartándose de distracciones externas.
Durante este tiempo, la oración nos invita a un diálogo sincero y profundo con Dios, en el que reconocemos nuestras debilidades y nos abrimos a su misericordia. La oración se convierte así en un medio de conversión y de renovación espiritual, permitiéndonos acercarnos al Señor y prepararnos para la celebración de la Pascua.
Luis Eduardo Breña Solano
SOBICAIN