San Francisco Solano nació en 1549 cerca de Córdoba, España. A la edad de 20 años ingresó a la Orden de Frailes Menores, donde se ordenó sacerdote, desarrollando un talento especial para la predicación y la música. Aunque de espíritu asceta, su presencia era jovial. Durante una epidemia en Granada se ocupó de las necesidades corporales y espirituales de los enfermos sin temor a la infección; al final él también se contagió con la enfermedad, pero fue milagrosamente curado.
En 1589 fue enviado a Sudamérica con varios miembros de su orden. Cuando el barco estaba cerca de la costa de Perú, se encontraron con una fuerte tormenta, y el capitán del barco ordenó abandonar el barco, dejando a bordo un cargamento de esclavos africanos, para quienes no había espacio en el bote salvavidas. Francisco, que había estado instruyendo a los esclavos en la fe cristiana, se negó a dejarlos, reunió a los hombres a su alrededor y los bautizó. Casi de inmediato, el barco se rompió en pedazos y varios murieron ahogados. Francisco permaneció con los sobrevivientes durante tres días, alentándolos con oraciones, canciones y palabras de fe. Cuando la tormenta cesó, el bote salvavidas regresó para rescatarlos.
Francisco fue enviado a predicar el evangelio a las provincias de Tucumán (Argentina), y el Gran Chaco (Bolivia y Paraguay). Aunque encontró innumerables dificultades, comenzó sus actividades de misión con un celo incandescente. Se acercó a los indios con cortesía y amabilidad, ganándose su confianza. Aprendió los idiomas de los indios, y fue entendido donde quiera que fuera. Durante la temporada santa de Navidad, Francisco reunía a los indios alrededor de la cuna, para enseñarles a cantar los himnos más bellos para el Niño Jesús, y él mismo los acompañó en el violín. A menudo animaba a los enfermos con canciones y música.
Después de 12 años fue llamado a Lima, donde predicó contra la corrupción de los colonos españoles, llamándolos al arrepentimiento, y trabajó para proteger a los indígenas de la opresión. Francisco Solano trabajó incansablemente por la salvación de las almas en América del Sur durante veinte años, cuando Dios lo llamó a sí mismo en la fiesta de su patrón especial, San Buenaventura, el 14 de julio de 1610. Pidamos la intercesión de San Francisco Solano para que se avive el celo misionero en la Iglesia.
Hno. Héctor O. Bueno Zea, OFM Cap.
Fraternidad Cristo Salvador