Los reyes de Togramia han tenido un niño, el hijo único que algún día heredara el reino. Desgraciadamente, los más sabios le auguran una salud muy débil y recomiendan que se lo proteja de cualquier cosa, por más insignificante que parezca.

Los Reyes siguen el consejo y ordenan cerrar las puertas del palacio y cubrir todas las superficies con tejidos de lana y algodón. Como todos los niños, el príncipe es curioso y encontrará la forma de conocer el mundo.

El cuento gira en torno al principio dos de los Derechos de los Niños, según el cual todos los niños y las niñas deben disfrutar de una protección especial y de oportunidades para su desarrollo, siempre en condiciones de libertad.