“Jesús, conmigo y con todos nosotros, que la tarde está cayendo”, fueron las últimas palabras que escribió el P. Luis Bolla, misionero salesiano.
Nació el 11.08.1932 en Schio (Vincenza – Italia), de una familia muy cristiana. Desde niño frecuentaba con entusiasmo el Oratorio salesiano de su pueblo.
Una tarde, a sus 11 años, al ingresar con sus compañeros a la capilla, siente una voz que le dice: “¿No te gustaría ser sacerdote?” Luis reflexiona en silencio. Al año siguiente, en circunstancias similares, la misma voz le expresa: “Serás misionero y caminarás muchísimo en la floresta”. El pequeño Luis se detiene ante Jesús en silencio. Desde entonces empieza a soñar cómo sería su vida misionera, dónde podría ir. Busca información. Lee revistas misioneras. Pero el ca-mino sería largo. Antes necesitaba una buena preparación.
Antes de su ordenación, sus superiores lo envían a las Selvas de América del Sur para encontrarse y llevar el Evangelio a las étnias distantes y abandonadas. Cuando conoció a la etnia Achuar, decidió dedicarse a ellos. Habló con sus superiores. No pensaba hacer lo de siempre. Les presentó un nuevo estilo de trabajo misionero: No voy como colonizador ni a abrir otra misión, viviré entre los Achuar como un huésped, adoptando su estilo de vida en el vestido, alimentación y casa, conservando mi identidad sacerdotal y religiosa, por último, no les pediré ayuda económica.
Trabajó con éxito con los Achuar de Ecuador, donde lo llaman Yánkuam’ y en 1984 pide trasladarse al Perú, al Vicariato de Yurimaguas porque los Achuar peruanos muy numerosos estaban en abandono absoluto. No tiene miedo a las calumnias y amenazas de muerte. Perdona a todos y sigue adelante confiando solo en Dios.
Organiza al pueblo y los prepara ante la cultura invasiva. Camina más que nadie bajo la lluvia o el sol para visitar las comunidades. Formó catequistas, ministros de la eucaristía, a 5 diáconos permanentes, ahora muy activos. Escribió libros y tradujo el Nuevo Testamento al Achuar. Después de 9 años bautizó a las primeras familias. Lo llaman Yánkuam’ Jintia (Luz que alumbra el camino). Entre Ecuador y Perú, vivió 60 años en la selva, casi siempre solo.
Muere en el 2013 en Lima. En 2019 es declarado siervo de Dios.
P. Vicente Santilli, SDB