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Beato José Timoteo Giaccardo: El hombre que vivió siguiendo un sueño

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19 Oct

Ser parte del sueño de otro, entregársele, hacerlo tan propio que se trabaje y luche por amoldar a él todas las fuerzas, en una búsqueda constante de lograr consolidar esa visión en la que se cree, al punto que este deseo forje la personalidad, requiere mucha fe y fuerza de voluntad. Aún más, hacerlo cuando ni siquiera hay alguna clase de garantía, se está empezando de cero, y lo que se hace depende de la providencia divina, porque ni siquiera se cuentan con los recursos para ello, puede parecer a muchos un ejercicio de locura.

Todo lo descrito hasta ahora forma parte del mayor mérito que tiene el beato Timoteo Giaccardo, ejemplar seguidor de la inspiración divina que tuvo Santiago Alberione, fundador de la Familia Paulina, a quien conoció en 1908 y siguió sus pasos hasta llegar a ser el primer sacerdote de la Sociedad de San Pablo y uno de los pilares fundamentales de esta obra, acompañando como soporte y ejecutor de muchos de los proyectos que Alberione, inspirado por Dios, emprendió.

Su nombre de bautismo fue José (Giusseppe) pero, como religioso, asumió el nombre de Timoteo, por ser el del discípulo de San Pablo en los Hechos de los Apóstoles, demostrando así al punto que llegaba su compromiso con el propósito de seguir la visión del “primer maestro”, Santiago Alberione.

En su diario, expresaba el gran deseo de crecer siempre en santidad y humildad. Mantuvo siempre una actitud orante y activa, de sacrificio y entrega, pidiendo siempre a Dios que le ayudara a someter su voluntad a la de Alberione, especialmente cuando sentía dudas, difería en opinión, o no comprendía lo que quería.

Por su gran fe, entrega y sacrificio, Giaccardo es un modelo a seguir, un hombre que cultivó la humildad queriendo hacerlo a través de no buscar ser protagonista, incluso en los momentos en que algunos jóvenes en formación quisieron verle más a él como líder que al mismo fundador, debido a que era menos estricto en algunos aspectos. Cuando vio que esto pasaba, resistió la tentación e hizo lo que estuvo de su parte para que todos vieran a Santiago Alberione con el debido respeto de padre fundador.

Amó tanto la obra del fundador que incluso ofreció su vida, para que se consolidara una de sus fundaciones: las Hnas. Pías Discípulas del Divino Maestro. Murió en Roma en 1946. Fue beatificado por el papa Juan Pablo II el 22 de octubre de 1989.

Diácono Javier Gómez, ssp

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