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“Conocimiento interno del Señor para más amarle y seguirle”

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13 Jun

Este es el corazón que tanto amó

«Nuestro Señor Jesucristo tomó estos afectos de la humana flaqueza, lo mismo que la carne de la debilidad humana, y la muerte, de la carne humana, no por imposición de la necesidad, sino por consideración voluntaria […] de suerte que, si a alguno de ellos le aconteciere contristarse y dolerse en las tentaciones humanas, por esto no se juzgase ajeno a su gracia»

«El Sagrado Corazón de Jesús no es algo imaginario que nos separa o distrae del amor de Jesucristo. Representa la fuente de la que brotó la salvación para toda la humanidad. Vive glorioso en medio de nosotros y ha querido quedarse entre nosotros para dejarnos abrazar por su amor humano y divino, símbolo e imagen expresiva de la caridad infinita de Jesucristo». La Iglesia ha elegido la imagen del corazón porque representa el amor humano y divino de Jesucristo y el núcleo más íntimo de su persona. En definitiva, es el mismo Jesús, que ha resucitado y vive glorioso en medio de nosotros, a través de este corazón, que se ha convertido en símbolo de la intimidad más personal y también de los afectos, las emociones, la capacidad de amar. Por tanto, lo que contemplamos y adoramos es a Jesucristo entero, el Hijo de Dios hecho hombre. En esta imagen venerada de Cristo destaca su corazón amante, nos deja al mismo tiempo una mirada que llama al encuentro, al diálogo, a la confianza; tiene unas manos fuertes capaces de sostenernos; tiene una boca que nos dirige la palabra de un modo único y personalísimo.

Si contemplamos la historia, han sido muchos los que han negado o relativizado la verdadera humanidad de Cristo. Sin embargo, esta percepción ha sido desactivada. No podemos relegar el cuerpo y los sentimientos al mundo de lo «prehumano, infrahumano o tentador de lo verdaderamente humano». Hay que destacar que la religiosidad popular ha mantenido viva la relación con los aspectos somáticos, psicológicos, históricos de Jesús. Los Vía Crucis, la devoción a sus llagas, la espiritualidad de la preciosa sangre, la devoción al Corazón de Jesús, las prácticas eucarísticas; todo ello alimentó la imaginación y el corazón, el amor y la ternura para con Cristo; la esperanza y la memoria, el deseo y la nostalgia. Para ello, la Encíclica se alimenta de lo que muchos santos nos dejaron en sus escritos, como san Basilio, san Juan Crisóstomo, san Ambrosio, san Juan Damasceno y san Agustín.

El conocimiento interno del Señor, desde la contemplación al Sagrado Corazón, nos compromete a discernir expresiones sociales llenas de Evangelio que suscitan compromisos sólidos para reparar y seguir construyendo y consolidando dignidades con justicia.

Guía de lectura Encíclica "DILEXIS NOS" Papa Francisco (Parte III)

Lic. Enrique Castro

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