La fiesta de la Natividad de la Virgen María es causa de alegría. Ella es la llena de gracia, en vistas a su vocación de ser la Madre de Dios, la Inmaculada Concepción. El proyecto del amor de Dios, de enviarnos a su Hijo Cristo Jesús con una gran misión, lo concretizó a través de la virgen María. Ella fue preservada del pecado original por su vocación de ser la Madre de Dios. Alegrémonos porque Dios nos incluye también a nosotros, no preservándonos del pecado original, sino porque también somos llamados a colaborar en la misión de Cristo. Dando nuestro sí, como lo hizo la virgen María, tenemos la misión de engendrar a Cristo en la mente, voluntad y corazón, para entregarlo a la sociedad en cada palabra, en cada actividad humana o expresión cristiana. También a nosotros, "Dios nos escogió de antemano", nos destinó a reproducir (engendrar), la imagen de su Hijo para entregarlo, como la Virgen María, a nuestros hermanos y colaborar así con Dios en la misión de Jesucristo. Es muy oportuno preguntarnos hoy si hemos colaborado en la misión de Cristo como lo hizo la Virgen María, si hemos reproducido la imagen de Cristo para entregarlo.
MARÍA, UN PROYECTO HUMANO-DIVINO
Antes del Vaticano II, la virgen María era amada con una grandeza casi divina; nuestro pueblo es mariano. Fue el Vaticano II quien nos dijo, la virgen María es un don grande de Dios, pero siempre será una mujer humana, sencilla, llena de fe y con una gran humildad, que sin duda trabajó con su fuerza de voluntad y la gracia de Dios; por eso pudo decir, "Dios vio la humildad de su sierva e hizo grandes proyectos en mí...". Sin duda la virgen María percibía algo grande en ella, ser concebida sin pecado, pero siempre vigilante a cuidar esta gracia.
Contemplemos la Natividad de María, gran regalo de Dios a la humanidad, contemplemos su SÍ, contemplemos las palabras de Jesús en la cruz cuando nos dejó a la virgen María como madre en la persona de Juan. Hoy digamos a Dios, ¡gracias por el don de la Virgen María! Pero esto no es suficiente, digamos también con fuerza, ¡gracias! por el don de cada hermano que Dios nos regaló.
P. Guillermo Gándara E.
Sac. Paulino - Perú - Bolivia