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Domingo de Ramos

02 Abr

La Liturgia del Domingo de Ramos, tal como lo celebramos actualmente, guarda el recuerdo de dos celebraciones diferentes, la de la liturgia de la Iglesia de Jerusalén que celebraba la entrada triunfal de Jesús a la Ciudad Santa y un relato de la Pasión que celebraba la Liturgia Romana.

La celebración del Domingo de Ramos, mirada en su conjunto, nos muestra dos aspectos del mesianismo de Jesús, el primero, ser aclamado por el pueblo para ser entronizado como rey y el segundo es que debe ser rechazado, entregado por los suyos, para morir en la cruz y luego resucitar. Solo así fue entronizado como Mesías y Señor del mundo, sentado a la derecha del Padre. Cf. Mc 16,16; Lc 22, 69; 1P 3,22.

Sobre la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, este año seguimos la lectura de Mt 21, 1-11, san Mateo no pretende contar una narración periodística del hecho, a manera de una simple crónica, sino que tiene un trasfondo del Antiguo Testamento. La indicación de Jesús de que le traigan una burra y un burrito atado con ella, es una referencia que los judíos de la época de Jesús comprendían muy bien. Él cumple la profecía de Zacarías sobre el Mesías que entra victorioso a Jerusalén, incluso san Mateo, al hacer referencia a este pasaje de Za 9, 9 lo mezcla con un texto de Is 62, 11 como encabezado: Digan a la hija de Sión. Jesús cumple con las expectativas mesiánicas, es el Rey definitivo de Israel y es aclamado por la muchedumbre, para anticipar su glorificación en la cruz.

El pueblo que aclama a Jesús como el Hijo de David, el bendito que viene en el nombre del Señor, lo identifican como el profeta de Nazaret de Galilea, aunque estas personas lo reconocen como Mesías, todavía no tienen una comprensión del tipo de Rey que es Jesús, esto solo se entiende a la luz del Misterio revelado de la pasión y resurrección de Jesús.

El católico está llamado a peregrinar con Jesús a la Jerusalén celestial, poniendo su mirada en ella y no en los falsos mesianismos de este mundo, como el poder, el dinero o la fama. Y debe estar dispuesto a ofrecer su vida en favor de los demás, para ser parte del Reino de Cristo. En ese sentido la liturgia tiene una dimensión pedagógica con sus signos y ritos que hacen que el texto bíblico cobre vida y podamos aclamar con esa muchedumbre de hace más de 2000 años en la entrada de Jerusalén: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

Luis E. Breña

Centro Bíblico San Pablo Perú

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