Aunque la vida personal, familiar y social nos inclinen a la tristeza, digamos ¡no!, porque ahí no hay Navidad. La alegría es un don de Dios y la tristeza del pecado es del demonio. No toda tristeza es del demonio, Jesús la manifestó en varias ocasiones, pero dio soluciones para salir de ella, “siento tristeza por esta gente que lleva tres días sin comer” (Mt 15, 32). Sintió tristeza por Jerusalén, también por la muerte de Lázaro (Jn 11, 28), por la muerte del hijo único de la viuda de Naím (Lc 7,11-17) … en todas las situaciones actúo.
Miremos nuestra realidad y digamos si es causa de alegría o de tristeza. Veamos la situación de la familia, la política, la ausencia de valores humanos, sociales, cristianos, el panorama social y político incierto, las ideas contrarias a la familia que atacan con fuerza… Tú decide si todo esto es causa de tristeza o de alegría. Aunque no olvidemos hacer una lista de todo lo positivo que tiene nuestro país por la presencia del Espíritu Santo. Decidamos, antes de vivir la Navidad, si nos quedamos igual o actuamos como Jesús, que también tenía motivos de alegría.
Queremos un pueblo peruano lleno de la alegría de Dios
Promueve la alegría que nace del Evangelio en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana, como respuesta a la afectuosa invitación de nuestro Padre Dios: "Hijo, en la medida de tus posibilidades trátate bien" (EG 4). Promover la alegría que nace del Evangelio es responsabilidad de todos, nadie debe quedar excluido de ella (EG 23).
Dios quiere la felicidad de sus hijos también en esta tierra, aunque estén llama-dos a la plenitud eterna. Porque Él creó todas las cosas "para que las disfrutemos" (1Tm 6, 17), para que todos puedan disfrutarlas hoy (EG 182).
Promueve la alegría porque todo ser humano es objeto de la ternura infinita del Señor y Él mismo habita en su vida (EG 274).
Porque en tí está la alegría de Jesús, en ti es Navidad. Tú eres Navidad para tu familia todo el año.
P. Guillermo Gándara E.
Sacerdote Paulino