El 02 de marzo inicia la cuaresma con el miércoles de Ceniza y termina el miércoles 23 de abril (Miércoles Santo), durante todo ese tiempo viviremos cinco domingos de Cuaresma, en los cuales a través de los textos de la liturgia nos preparamos en un camino de conversión y reconciliación con Dios para vivir el Triduo Pascual y participar de la Pascua del Señor.
La Cuaresma se inspira en los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto superando con éxito la prueba que Israel falló en el desierto, durante el tiempo de Éxodo. Venció la tentación del Diablo que se opone a Dios y su reino mostrando su fidelidad a su Padre, el Dios de Israel.
Jesús se pone como modelo para superar las pruebas de la vida, la prueba del hambre (Lc 4, 3-4), cuando pensamos que podemos usar a Dios solo para satisfacer nuestras necesidades más inmediatas, adorar a cualquier criatura en lugar de Dios (Lc 4, 6-8), para conseguir un poder efímero y el tentar a Dios (Lc 4, 9-12) pensando que podemos usarlo a nuestra conveniencia solo porque nos ama.
La Cuaresma es un tiempo de gracia que nos da la Iglesia por medio de la liturgia, para reflexionar en nuestra condición humana, que, a pesar de recibir la gracia de Dios en el bautismo, seguimos con las consecuencias del pecado de nuestros primeros padres. Nuestros deseos y voluntad no están en sintonía con la voluntad de Dios, aprendamos pues, ayudados del ayuno y la oración, a decir las mismas palabras de Jesús, antes de su Pasión: «Padre, si quieres aparte de mi esta copa, pero que se haga mi voluntad y no la tuya» (Lc 22, 42), para poder vivir en nuestra carne el misterio Pascual de Cristo y así poder participar de su Resurrección.
El rito de la ceniza nos recuerda nuestra condición mortal herida por el pecado, pero a la vez es una invitación a arrepentirnos y creer en el Evangelio para vivir la alegría del Resucitado. Vivamos la Cuaresma practicando la justicia y la misericordia para dar testimonio de nuestra fe en una sociedad, que necesita ser transformada por el Evangelio.
Luis Breña
Centro Bíblico San Pablo