Adviento es una palabra latina que significa acercarse, venir poco a poco. Durante las cuatro semanas de Adviento nos preparamos para la Navidad. En Adviento escuchamos las voces siempre presentes de los profetas bíblicos, anunciando la venida del Mesías. También escuchamos las voces de Juan Bautista y del mismo Jesús anunciando la proximidad del Reino de Dios.
El Adviento recuerda al Dios de la revelación, el que es, que era y que ha de venir (Apo 1, 4-8), que siempre está realizando la salvación, pero cuya consumación tendrá lugar el "día del Señor", al final de los tiempos. El carácter misionero del Adviento se manifiesta en la Iglesia por el anuncio del Reino y su acogida por el corazón humano hasta la manifestación gloriosa de Cristo. Las figuras de Juan Bautista y María son ejemplos concretos de la naturaleza misionera de todo cristiano, ya sea preparando el camino del Señor o llevando a Cristo al hermano para santificarlo. No se puede olvidar que toda la humanidad y la creación viven en un clima de Adviento, esperando ansiosamente la manifestación cada vez más visible del Reino de Dios.
"El carácter misionero del Adviento se manifiesta en la Iglesia por el anuncio del Reino y su acogida por el corazón humano hasta la manifestación gloriosa de Cristo".
Es un tiempo de esperanza porque Cristo es nuestra esperanza (1Tm 1, 1); esperanza en la renovación de todas las cosas, en la libertad de nuestras miserias, pecados, debilidades, en la vida eterna, esperanza que nos forma en la paciencia frente a las dificultades y tribulaciones de la vida, frente a la persecución.
Adviento es también tiempo de conversión. Sin un retorno de todo el ser a Cristo, no hay manera de vivir la alegría y la esperanza en la anticipación de su venida. Es necesario que "preparemos el camino del Señor" en nuestra propia vida, "luchando hasta la sangre" contra todo el mal, mediante una mayor disposición a la oración ya la inmersión en la Palabra.
P. José Carlos de Freitas Júnior, SSP