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La Madre, en Lourdes ¡Beber de la fuente!

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11 Feb

Una de las imágenes más sublimes que nuestra Iglesia nos invita a contemplar y agradecer cada 11 de febrero, es la de aquella aparecida en la gruta de Masabielle en un pueblecito casi desconocido hasta 1858 llamado Lourdes, en Francia, a una joven llamada Bernardita Soubirous. Convirtiéndose, ese lugar, para muchas personas, en una fuente de gracia desbordante y de sanación integral.

La historia nos cuenta que Bernardita, con su hermana y otra niña, se dirigían al campo a buscar leña seca para las labores de la casa. Un lugar muy bueno para encontrarla era cerca de una gruta, pero debían pasar un arroyo para llegar a ella. Bernardita por su fragilidad física, no se atrevía a adentrarse en el agua porque estaba muy fría y ella sufría de asma. Finalmente, cuando decidió cruzar el arroyo, se descalzó y escuchó un ruido muy fuerte que venía desde la gruta y ahí, al fondo de ese lugar sucio y pedregoso, se apareció la Madre de Dios, sonando en simultáneo las campanas de la Iglesia parroquial y oyéndose el canto del Ángelus.

La Madre estaba envuelta en una luz resplandeciente como el sol, vestía un traje blanco brillante con una cinta azul en su cintura, además de un largo velo blanco que caía hasta los pies, los cuales coincidentemente estaban descalzos como los de Bernardita. Todo en ella era sencillez, dulzura y paz. La Madre en sus manos juntas tenía el rosario, denotando su constante oración y comunicación con su Hijo, de allí que Lourdes se convertiría en una sorprendente escuela de oración.

La presencia de la Madre en las dificultades de la vida nos dirige la mirada a Él y solo a Él, pues si Dios cuida de las aves del cielo también cuida todos los días de nosotros sus hijos queridos. (Mateo 6:26- 33). Que Lourdes nos recuerde que Diosito siempre está con nosotros en aquellas situaciones, hasta donde pensamos que nos ha olvidado, animándonos y dándonos fuerzas para continuar viviendo en plenitud; y no hay mejor manifestación que presentarse con la prontitud y la sencillez de la Madre María. Una Madre que vivió como su Hijo, dándolo todo siempre, obediente a la voluntad del Padre que no nos quiere doblegados ni sometidos servilmente a Él, sino como los hijos que Él ama infinitamente con su corazón de Dios. Bebamos, pues, de la fuente que nos da la Vida, la alegría y la plenitud: Jesucristo nuestro Señor.

Nuestra Señora de Lourdes, ruega CON nosotros.

Lic. Efrain F. Espinoza Carrasco

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