Definir la santidad es muy complejo, ya que hay mil maneras de entenderla y vivirla. El papa Francisco, en su exhortación apostólica 'Gaudete et Exsultate', afirma contundentemente que: “la santidad es el rostro más bello de la Iglesia”. Este rostro se manifiesta en la variedad de estilos de vida y vocaciones a las que Dios llama, para que sean vividas con compromiso y amor, en cualquier lugar donde la vida se desarrolle. Sabemos que un pilar esencial en la vida de la Iglesia es el servicio. Como seguidores de Cristo, debemos considerar el servicio como un camino hacia la santidad, siguiendo el ejemplo del Maestro. Por tanto, es importante preguntarnos: ¿Cómo entendió y vivió Jesucristo el servicio como un camino hacia la santificación personal?
Hay un texto bíblico que nos recuerda cómo el Maestro entiende la vivencia de la santidad a través del ejercicio de la caridad: “Tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me recibieron; estuve desnudo, y me cubrieron; estuve enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a visitarme” (Mt 25, 35-36). Cristo nos enseña a vivir la santidad mediante el servicio al prójimo, reconociéndolo en los más vulnerables y frágiles y, a través de este actuar, ser dignos del Reino eterno.
Su forma de vivir el servicio era única: se caracterizaba por un trato cercano y amable, con capacidad de acogida, perdón y sanación. Actuaba de manera sencilla, sin ostentación, con el deseo de promover el crecimiento integral de la persona, no solo de socorrerla en sus necesidades.
Servir a los demás implica sacrificios personales y, a veces, enfrentar la incomprensión o la oposición. Sin embargo, los beneficios superan con creces los desafíos. El servicio nos conecta con algo más grande que nosotros mismos, dándonos un sentido de propósito y pertenencia.
El acto de apoyar a otros sin esperar nada a cambio es una expresión tangible de amor y compasión. El servicio a los demás nos permite crecer como individuos, enseñándonos humildad y empatía.
En resumen, la santidad vista desde el servicio es una llamada a vivir nuestra fe de manera concreta y palpable. Siguiendo el ejemplo de Jesús, estamos invitados a hacer de nuestra vida un acto continuo de amor. En un mundo que necesita desesperadamente el amor y la misericordia de Dios, cada uno de nosotros puede ser un testimonio vivo de su presencia amorosa, sirviendo con alegría y generosidad a todos aquellos que encontramos en nuestro camino.
Colaboración: Karla Auza Valdivia
Responsable de Imagen Institucional y Comunicaciones Cáritas del Perú