La Transfiguración de Jesús es un episodio central en los Evangelios sinópticos (Mt 17, 1-9; Mc 9, 2-10; Lc 9, 28-36), en el que se manifiesta su identidad y se anticipa su glorificación.
El contexto inmediato es clave: en cada relato, Jesús ha anunciado su pasión, muerte y resurrección (Mc 8, 31; Mt 16, 21; Lc 9, 22). Este anuncio genera desconcierto en los discípulos. En este sentido, la Transfiguración funciona como un signo de esperanza. Esto se hace más evidente en la versión lucana, donde se indica que la conversación entre Jesús, Moisés y Elías trata sobre su "éxodo" en Jerusalén, es decir, su pasión, muerte y resurrección (Lc 9, 31). El éxodo de Jesús conduce a la resurrección; ahí radica la esperanza de los discípulos en la cima del monte.
El "monte alto", sin especificar en los textos, remite a las teofanías del Antiguo Testamento (Ex 19, 3; 1Re 19, 8). Allí, Moisés y Elías aparecen junto a Jesús, representando la Ley y los Profetas, lo que subraya la continuidad entre la Antigua y la Nueva Alianza.
El esplendor de Cristo recuerda la manifestación de Dios en el Sinaí (Ex 34, 29-35) y anticipa la gloria del Resucitado (Apo 1, 16). Pero este esplendor de Jesús es compartido por Moisés y Elías, en ellos también se anticipa lo que se realizará en la humanidad en la resurrección.
La voz del Padre repite la proclamación del bautismo de Jesús (Mc 1, 11), con un añadido fundamental: "Escúchenle" (Mc 9, 7). Este imperativo alude a Dt 18, 15, donde Moisés anuncia la llegada de un profeta que debe ser obedecido.
La reacción de los discípulos es significativa: Pedro desea prolongar la visión, pero la nube oculta la gloria. Jesús les ordena guardar silencio hasta la resurrección, revelando que su exaltación pasará por la cruz y el rechazo.
La Transfiguración es, por tanto, un anticipo de la parusía y una confirmación de la esperanza cristiana. El creyente, al igual que los discípulos, es llamado a la confianza: la cruz no es el fin, sino el camino a la gloria.
Luis Eduardo Breña Solano
SOBICAIN Perú.