Uno de los hermosos títulos con que nuestra Iglesia reconoce a la Virgen María es con el de “Reina”. Fue el Papa Pio XII quien instituyó esta dedicación en 1954 con la encíclica Ad Caeli Reginam: “A la Reina del Cielo”. En este documento, el Pontífice explica que la Virgen María por ser Madre de Dios y asociada a la obra de la Redención, tiene un lugar especial en medio de la Iglesia y por ello es digna de ese reinado de amor y servicio a la humanidad.
En la Audiencia General del 23 de agosto de 2023, el papa Francisco se refirió a esta bella relación entre la fiesta de la Asunción y la de Santa María Reina, explicando que María es reina no para dominar, sino para servir: “Jesús es el Rey, y María, su madre, lo sigue en el camino del amor y del servicio a los demás”.
La vida de la Santísima Virgen estuvo marcada siempre por la búsqueda de Dios. Una búsqueda activa que la llevó a tener una mirada esperanzadora y confiada. María se hizo mamá en la confianza y en el servicio. Y no fue fácil para ella; muchas veces, en medio de las dudas, del dolor y de las injusticias, tuvo que mirar hacia el cielo esperanzada en Dios. Otras veces tuvo que tener palabras de esperanza para sus paisanos que caían en el pesimismo y el dolor, y otras, se puso en camino para servir a los demás, demostrando con ello que la acción de Dios se hace presencia activa por medio de ella, así como también por medio de nosotros hoy.
Una bonita oración que nos ayuda a contemplar nuestra vida con ojos de esperanza es el Santo Rosario; cuando lo recemos, pidámosle a nuestra Madre que nos preste sus ojos para mirar la vida de su Hijo, como Ella lo miró: con ternura y esperanza. Así seremos capaces de mirar nuestra vida desde la contemplación de los misterios gozosos, luminosos y gloriosos que pasamos, así como los dolorosos. Y cada vez que sintamos que no podemos más, recordemos que María siempre miró la vida con esperanza en Dios, por eso es Reina y, por eso, es Madre.
Lic. Efraín Espinoza Carrasco