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Mes de la familia: “La casa como iglesia doméstica: fe, oración y transmisión”

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23 Sept

La reflexión de Amoris Laetitia, en el capítulo 1, continúa expresando que el Nuevo Testamento ofrece una visión profunda y significativa del hogar como espacio eclesial doméstico. En varias epístolas paulinas se hace referencia a “la iglesia que se reúne en la casa” (cf. 1Co 16, 19; Rm 16, 5; Col 4, 15; Flm 2), subrayando que el ámbito doméstico no es ajeno al misterio de la Iglesia, sino que puede convertirse en lugar de encuentro litúrgico, oración comunitaria y presencia sacramental de Cristo.

El pasaje del Apocalipsis, con Cristo llamando a la puerta (Apo 3, 20), curiosamente dice: cenaré con él y él conmigo, teniendo un trasfondo Eucarístico y doméstico, pero también invita a redescubrir el hogar como mesa compartida con el Señor. Allí donde se ora, se escucha la Palabra y se comparte el pan, se construye comunidad. En este sentido, el Salmo 128, al proclamar “Que el Señor te bendiga desde Sion”, describe una casa transformada en lugar de bendición, irradiando la paz divina desde la cotidianidad. Es interesante que la casa bendecida es mostrada bajo la imagen de una parra de vid fecunda.

Además, la Escritura reconoce a la familia como el primer ámbito de catequesis. En la Pascua hebrea, los padres instruyen a sus hijos mediante el relato (Ex 12, 26-27; Dt 6, 20-25). Esta pedagogía familiar, transmitida en la haggadah judía, hace de la historia de la salvación una memoria viva entre generaciones. El Salmo 78 lo expresa con claridad: “No lo ocultaremos a sus hijos, lo contaremos a la futura generación” (vv. 4-6). Así, el hogar se convierte en escuela de fe, donde la transmisión se da en el diálogo, la repetición ritual y el testimonio diario. Es un proceso artesanal, de corazón a corazón: “Cuando el día de mañana tu hijo te pregunte… le responderás” (Ex 13, 14). La tradición no se hereda automáticamente, se cultiva con dedicación.

Proverbios y Sirácida exhortan a los padres a asumir su rol formativo con responsabilidad (Pr 3, 11-12; Si 3, 3-4). Y a los hijos se les encomienda acoger con respeto esa autoridad, como expresión de justicia y sabiduría (Ex 20, 12). El hogar, en esta dinámica de enseñanza y escucha, se convierte en templo viviente, donde generaciones diversas alaban juntas al Señor (cf. Sal 148, 12).

Luis Eduardo Breña Solano

SOBICAIN-Perú

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