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Mes de la familia: “La Ternura familiar: trabajo, cuidado y misericordia”

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26 Sept

Para concluir con esta serie de artículos del capítulo 1 de Amoris Laetitia, el Salmo 128 presenta al padre de familia como trabajador, cuyo esfuerzo sostiene el bienestar doméstico: “Comerás del trabajo de tus manos” (v. 2). El trabajo, ya desde el Edén (Gn 2,15), no es castigo, sino participación en la creación, fuente de dignidad y sustento.

Esta perspectiva se amplía al considerar a la madre de familia, quien en Proverbios 31 es exaltada como modelo de laboriosidad y sabiduría práctica. No solo administra eficazmente el hogar, sino que también participa activamente en el ámbito económico y social, recibiendo el reconocimiento público de su esposo y de sus hijos.

El Nuevo Testamento refuerza esta ética: Pablo valora el trabajo manual (1Co 4, 12) y establece que quien no trabaje, tampoco coma (2Ts 3,10). La desocupación, como narra Rut o la parábola de los obreros (Mt 20, 1-16), no sólo produce pobreza, sino afecta la estabilidad familiar, un drama vigente hoy.

La Biblia denuncia también el abuso humano sobre la naturaleza (Gn 3, 17-19). El pecado daña la creación y genera injusticias sociales, contra las cuales los profetas y Jesús alzan su voz (Lc 12, 13-21). El trabajo familiar debe ser respetuoso de la tierra y solidario con la comunidad.

Más allá del esfuerzo material, el Evangelio introduce la ternura como ley fundamental de la familia cristiana. Amar y donarse, como Cristo enseñó (Jn 15, 13), se traduce en misericordia activa. Así lo ilustra Jesús con la adúltera perdonada (Jn 8,1-11), mostrando que la familia debe ser escuela de perdón y dignidad.

La ternura, aunque olvidada en tiempos de relaciones fugaces, es esencial. El Salmo 131 compara la confianza en Dios a la de un niño en brazos de su madre: una intimidad consciente, no meramente biológica. Del mismo modo, Oseas describe el amor divino como el de un padre que enseña a caminar a su hijo, lo levanta y lo alimenta (Os 11,1.3-4). La familia cristiana, entonces, no se edifica sólo en el esfuerzo, sino también en el cuidado, la misericordia y la ternura, reflejando en lo pequeño el rostro amoroso de Dios.

Luis Eduardo Breña Solano

SOBICAIN-Perú

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