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¡Mirar a Jesús!

24 Mar

A lo largo de la vida, la muerte suele cruzarse en nuestro camino varias veces. Y cada vez que la muerte se cruza en nuestro camino, terminamos interpelando a Dios: “¿Aquel que abrió los ojos de los ciegos, no podría haber impedido que sucediera esta muerte?”. (cita libre de Jn 11, 37).

Sí. Dios no solo podría, sino que realmente puede prevenir cualquier tipo de muerte. De hecho, mucho más que impedir que la muerte suceda, Dios eligió manifestar la fuerza de su amor por nosotros abriendo nuestros sepulcros y haciéndonos vivir, según su promesa: “Cuando haya abierto sus tumbas y los haya hecho levantarse, sabrán que yo soy el Señor” (Ez 37, 13).

Una verdad difícil de aceptar: Dios puede permitir la muerte, ya sea para enseñarnos algo sobre la verdadera vida, o para manifestar la grandeza de su amor, que es más fuerte que la muerte, un amor que nos hace pasar de la muerte a la vida.

Jesús fue muy realista con sus discípulos: “Lázaro ha muerto, pero me alegro por ustedes de no haber estado allí, para que creáis” (Jn 11, 14-15). Para Jesús, la verdadera fe nunca debe funcionar como una garantía absoluta contra el dolor, el sufrimiento y la muerte, sino como una fuerza para superar todo esto. La verdadera fe es la que nos mantiene en pie aun después del tercer día, aunque sea el cuarto día y que lo muerto ya tenga mal olor, porque se ha empezado a pudrir y ya no está en condiciones de ser recuperado, para vivir de nuevo (cf. Jn 11, 39-40).

El Evangelio de hoy, nos invita a dirigir la mirada no a Lázaro sino a Jesús; no por lo que murió, sino por Aquel que se proclamó nuestra Resurrección y nuestra Vida (cf. Jn 11, 25). Los mismos ojos de Jesús que lloraron la muerte de Lázaro fueron los ojos que se volvieron al cielo para rogar al Padre por su resurrección (cf. Jn 11, 35.41).

Al comenzar esta última semana de Cuaresma, Jesús exclama a gran voz, hacia la tumba de cada uno de nosotros: “¡Lázaro, sal fuera!” (Jn 11, 43). Surge de tu tristeza, tu depresión y tu pena, porque la continuidad de tu vida no depende de lo que murió en ti, sino de cómo estás lidiando con esa muerte. Salid y ayudad a proclamar mi palabra al mundo, que tiene el poder de hacer pasar de muerte a vida a todo el que la oye y por ella cree en mí (cf. Jn 5, 24. 28-29).

P. José Carlos de Freitas Júnior, SSP

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