Uno de los personajes más entrañables en la historia de nuestra Iglesia peruana es Santo Toribio de Mogrovejo, que, aunque nació en España, sin duda, entre los peruanos de todas las épocas es considerado muy nuestro.
Las misiones de santo Toribio de Mogrovejo fueron una serie de viajes realizados por el Santo durante el siglo XVI para evangelizar, defender y mejorar las condiciones de vida de los indígenas y esclavos explotados en Perú, durante su periodo episcopal de Lima, comprendido desde 1579 hasta su muerte en 1606.
En sus viajes, santo Toribio de Mogrovejo recorrió largas distancias para llegar a las comunidades indígenas más remotas a través de terrenos a menudo difíciles y peligrosos. Allí trabajó incansablemente, para mejorar las condiciones de vida de los indígenas y también para erradicar la explotación y el abuso de los colonos españoles.
Así fue como en Canta, llegando a Quives, tuvo la oportunidad de confirmar a Isabel Flores de Oliva, nuestra santa Rosa de Lima, quien tenía entonces once años.
Entre sus logros más notables, santo Toribio estableció varios hospitales y orfanatos para atender a niños enfermos y huérfanos, y también estableció varios tribunales para proteger a los pueblos indígenas del abuso y la explotación, así su preocupación por la educación y la salud se atendería de manera concreta, favoreciendo a los más desprotegidos, ganándose el nombre de “Padre de los pobres”. Por otra parte, promovió la formación de sacerdotes y otros líderes religiosos entre los pueblos indígenas para fortalecer su identidad y autonomía.
Santo Toribio de Mogrovejo fue canonizado por el Papa Benedicto XIII el 10 de diciembre de 1726 y declarado Patrono del Episcopado Latinoamericano por san Juan Pablo II en 1983.
Winston Paz Bastarrachea