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Te reconozco, Pedro

29 Jun

Se abren las ventanas de un gran balcón, ¿A quién anuncian? La alegría de un pueblo es evidente: se asoma Pedro, apóstol, de blanco, siervo de los siervos de Dios, pescador, hombre perdonado, brazos abiertos, misericordiosos.

Eres tú, Pedro, el mismo pescador, que aquella tarde te encontraste con el Señor, dejando tu barca, seguiste al Maestro: milagros, palabras, parábolas y gestos. Testigo privilegiado del Dios con nosotros. Te reconozco, Pedro, porque, aunque ahora vistes de blanco, sigues siendo el hombre sencillo, siempre discípulo, obediente a la voz del que te llamó.

Eres tú, Pedro, el que tomabas la palabra, y entre tus pares eras el portavoz; muchas veces hablaste inspirado por el espíritu, otras por el orgullo y otras con tu sincero corazón. Hoy tu voz la escuchamos por muchos medios, y te conviertes para nosotros en maestro, sabio y pastor, a imagen de Cristo el Señor.

Eres tú, Pedro, el hombre que amargamente lloró, y que, manifestando tu amor, del Resucitado recibiste el perdón. Hoy confirmas en la fe a tus hermanos, abrazándolos a todos, consuelo en medio del dolor.

Eres tú, Pedro, Pedro de los muchos nombres y números: Juan, Pío, Benedicto, Francisco, Gregorio y otros tantos: primero, segundo, décimo, doce, dieciséis y hasta veintitrés. Alguna vez te asomaste a la plaza y te dijimos bueno; en otra ocasión, cual sabio timonel, guiaste a la Iglesia en medio de la oscuridad; en otra ocasión fuiste sonrisa de Dios; en otras viajero y misionero; sabio y prudente anciano… Y ahora te vemos pobre, hermano de todos.

Te reconozco, Pedro, y te abrazo, recibe la bendición del Pueblo de Dios, del que todos somos parte, peregrinos siguiendo tus pasos, para seguir mejor al Señor.

José Miguel Villaverde Salazar, ssp

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