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Yo soy la presencia de la ternura de Dios Padre

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11 Dic

Es tiempo de Adviento y estamos muy cerca de la festividad de la virgen del Tepeyac, Santa María de Guadalupe. Ella es la presencia de la ternura de Dios, como sin duda lo es el Niño Dios que ya llega.

La Virgen de Guadalupe, ternura de Dios Padre

Cuando la Virgen le pide a Juan Diego que lleve su mensaje al Obispo fray Juan de Zumárraga, “quiero que se me erija un templo en este lugar” y le dice el objetivo, “para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión y auxilio y defensa de todos los moradores de esta tierra y a los demás amadores míos que me invoquen y en mí confíen”, es Dios que, a través de su Madre, es pródigo en ternura. Grande ha de ser nuestra confianza en Dios que, a través de Santa María de Guadalupe, nos dice, “¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No estás, por ventura, en mi regazo?”». Cada palabra es expresión de la ternura de Dios.

El Niño Dios, que ya viene, es la ternura de Dios Padre

Nos dice san Juan, que “tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo único, para que todo el que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16). Dios llega a este mundo como un bebé, y un bebé es ternura. Jesús es la presencia de la ternura de Dios que llega hasta nosotros y, de esto, todos somos testigos.

Somos la ternura de Dios Padre

No basta decir que la Virgen de Guadalupe es la ternura de Dios y, por supuesto, que Jesús es la ternura divina, también nosotros somos presencia de la ternura de Dios. Digamos a cada uno de tus hermanos, como san Pablo se lo dijo en la segunda lectura de hoy a los Filipenses: “Dios es testigo de cuánto los amo a todos ustedes, con el amor entrañable con que los ama Cristo Jesús”. En Adviento, revisemos si somos esa presencia de la ternura de Dios.

P. Guillermo Gándara E.

Sacerdote Paulino

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