El Domingo de Pascua conmemora la resurrección del Señor Jesús, el hecho más importante que permite entender la misión y el mesianismo de Jesús. Con este Domingo iniciamos el tiempo pascual que dura hasta el Domingo de Pentecostés. Los textos de la liturgia nos apuntan a contemplar la resurrección desde tres perspectivas, como un misterio que se nos revela en una tumba vacía ante lo cual se invita a creer por fe, teniendo como modelo al discípulo amado en la lectura del Evangelio en Jn 20, 1-9, como contenido esencial del anuncio de la Evangelización y la catequesis en la primera lectura en Hch 10, 34a.37– 43 y como exigencia a vivir una vida resucitada en la segunda lectura en Col 3,1–4 o 1 Co 5, 6b–8.
Estas tres dimensiones son importantes, porque no se puede vivir una vida resucitada en Cristo, sino hemos tenido una experiencia con Cristo resucitado como los Apóstoles, y no podemos quitarle al anuncio del Evangelio lo central de su mensaje, Jesús resucitó y ahora vive para siempre, glorificado junto al Padre.
La resurrección no solo es un hecho que sucedió en la historia humana hace más de dos mil años, sino que es un hecho que trasciende el tiempo. Jesús está vivo y resucitado y ha inaugurado el tiempo mesiánico en el que estamos llamados a seguirlo y perseverar en la fe, para poder participar de su resurrección y compartir su Gloria.
Es por eso, que la resurrección no es un hecho aislado, tiene repercusiones cósmicas. Rm 19, “Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios”. Con la resurrección la creación inicia una renovación para volver a su condición original, donde la humanidad refleja la Gloria de Dios y la creación vuelve a manifestar su condición de ser el Templo de Dios, un Edén cósmico.
Por tanto, desde ya podemos cooperar con la restauración del mundo, manifestando la justicia de Dios, en favor de los marginados, colaborando con la construcción del Reino de Dios. Este mundo nuevo que llegará a su plenitud al final de los tiempos, no solo tiene implicancias sociales sino ecológicas, una vida resucitada implica que los cristianos se unan y colaboren en el cuidado de la Casa Común. Resurrección, caridad, justicia y ecología van de la mano.
Luis E. Breña
Centro Bíblico San Pablo Perú