Para el cristiano, la muerte no es el “punto final”, sino el paso a la Vida Eterna. Jesús dijo: Quien cree en Mí no morirá para siempre (Jn 11,25; Ap 1, 4-16).
Conmemorar a los Fieles Difuntos es importante porque:
- Es una ocasión de recuerdo amoroso de todos aquellos que nos han precedido, y por ello influido en que nosotros estemos aquí y seamos quienes somos.
- De todos los que recordamos, enfatizamos a nuestros seres queridos, familia y amigos a quienes honramos por lo que han sido para todos.
- Nos reconecta con la historia de nuestra familia y raíces y sus aportes a la humanidad. Impresiona cuando se descubren cuáles fueron las acciones notables que hicieron. Eso nos compromete a ser mejores, querer ser más, o a enmendar sus errores, si los hubo.
- Entendemos que la muerte no es un trágico y frío final, y con ello hacemos vida la esperanza que orienta nuestras vidas a un encuentro, con Dios, a quien veremos tal cual es, y a nuestros seres amados, con quienes podremos reencontrarnos por la eternidad, siendo semejantes a Cristo (1Jn 3, 2).
- Ayuda a perder el miedo a morir, aceptar la muerte... su posibilidad real e ineludible... con mayor paz y tranquilidad.
- Otra de las bendiciones que tenemos es la doctrina de la purificación; creemos en la Iglesia suplicante, en la cual podemos interceder por quienes ya se han ido y han entrado en el descanso eterno y definitivo, y que nuestras oraciones les ayudan a tal propósito. Ya en el A.T. Judas Macabeo envía una colecta a Jerusalén para ofrecerla como expiación por los muertos en la batalla (2M 12, 43-46).
Diác. Javier Gómez Graterol
Sociedad de San Pablo