La Cuaresma es un tiempo litúrgico de reflexión, penitencia y preparación que antecede a la Pascua. Tiene sus raíces profundamente arraigadas en los orígenes bíblicos, especialmente en el simbolismo del desierto y la figura de Jesús como el nuevo Israel que enfrenta y supera la prueba del desierto.
Desde los tiempos del Antiguo Testamento, el desierto ha sido un lugar de prueba, purificación y encuentro con Dios. El pueblo de Israel vagó por el desierto durante cuarenta años, como parte de su peregrinaje hacia la Tierra Prometida, enfrentando desafíos y dificultades mientras desarrollaban su identidad y dependencia en Dios como el Pueblo Elegido (cf. Ex 20, 2). Este período también fue un tiempo de renovación de la alianza con Dios (cf. Ex 34, 1-28).
El paralelismo entre el pueblo de Israel en el desierto y la experiencia de Jesús es notable. Jesús, al ser bautizado en el río Jordán, se retiró al desierto durante cuarenta días y noches, donde enfrentó tres tentaciones de Satanás (cf. Mt 4,1-11; Mc 1,12-13; Lc 4, 1-13). Cada tentación apuntaba a la debilidad humana y a la posibilidad de apartarse del camino de Dios. Jesús emergió victorioso de estas pruebas, reflejando su rol como el nuevo Israel que cumplía perfectamente la voluntad de Dios y abría el camino hacia la redención.
La Cuaresma, entonces, retoma este simbolismo del desierto y la prueba. Así como Jesús superó las tentaciones en el desierto, los fieles son llamados a enfrentar sus propias luchas internas y a renovar su relación con Dios. Los cuarenta días de Cuaresma reflejan tanto los cuarenta años de peregrinaje del pueblo de Israel como los cuarenta días de Jesús en el desierto, al igual que el ayuno y la oración que son clave en la tradición espiritual israelita.
En última instancia, la Cuaresma nos recuerda que, a pesar de las dificultades y tentaciones, podemos encontrar fuerza y renovación en Dios. Al imitar a Jesús, como el nuevo Israel, somos llamados a atravesar el desierto de nuestra propia existencia con fe, confianza y la certeza de que, al final de esta temporada de prueba y penitencia, nos espera la celebración de la victoria sobre el pecado y la muerte en la Pascua.
Luis Eduardo Breña Solano
Centro Bíblico San Pablo