El Adviento nos propone algo que muchas veces pasa desapercibido, es una llamada de Dios para recibir a su Hijo, Jesús el Mesías, pero esta llamada se da desde las periferias del mundo conocido.
En el evangelio del Segundo Domingo de Adviento, (Lc 3, 1-6), el evangelista da un marco histórico para ubicarnos en la presentación de Juan Bautista. Él vive en las periferias religiosas, ajena a la vida de los sumo sacerdotes del Templo (Anás y Caifás), en las periferias sociales, el desierto alejado de Jerusalén y Judea, como la periferia territorial al estar en los márgenes del Imperio Romano.
Desde la marginalidad de la existencia tanto social, religiosa y política, Dios escoge a Juan para darle una misión profética en la línea de Isaías: Preparen el camino del Señor, enderecen sus sendas… (Lc 3,4). El Adviento nos invita a reflexionar, desde donde nos llama Dios, y comprender que Él elige a quién quiere para encomendarle una misión. La misma Iglesia nace en las periferias y desde ahí empezó su misión de anunciar el Evangelio a todas las naciones.
Todo cristiano, y en especial, aquel que ha recibido algún ministerio de la Iglesia, debe tener la conciencia que Dios lo llamó no por sus méritos o por su condición social, sino por pura gracia, lo llamó desde alguna periferia de la vida, para ponerlo en el centro del Reino de Dios, para que, caminando con Jesús, lo anuncie a los demás. Seamos como Juan el Bautista, profeta sencillo y humilde, pero que vive las exigencias del Reino de Dios para prepararnos para la llegada de Jesús, como niño y como Rey.
Por eso, el Papa Francisco, desde los inicios de su pontificado, habla de las periferias existenciales como grupos de personas que son excluidas y marginadas y a ellos deben estar orientada la misión de la Iglesia. Lo que nos enseña el Adviento y el Papa Francisco es a tener una conversión pastoral al estilo de Juan el Bautista y del mismo Jesús, quien fue considerado un judío marginal (de las periferias) por sus contemporáneos.
Luis Breña
Centro Bíblico San Pablo