Santa Mónica, nació el año 332 en Tagaste, sus padres la casaron con Patricio, hombre violento y sin fe que la hizo sufrir bastante con sus desplantes y frecuentes estallidos de ira, de cuyo matrimonio nacieron dos hijos varones y una mujer; los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor, Agustín, la hizo sufrir durante años siendo un hijo déspota, caprichoso, libertino, egoísta y vanidoso. Como madre y esposa, santa Mónica aprendió que como no podía hablarles a ellos de Dios, se dedicó a hablarle a Dios de ellos, lo que acompañaba con ayunos, sacrificios y lágrimas. Con la fuerza de su oración alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371, su esposo Patricio, se hiciera bautizar, pero con su hijo Agustín tendría todavía un largo camino que recorrer.
"Es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas"
Agustín, nació en Tagaste (Argelia) el año 354, se educó en las ciudades norteafricanas de Tagaste, Madaura y Cartago; y aunque su juventud se identifica con una vida licenciosa, las lágrimas y oración de su madre consiguen la enmienda de sus errores y defectos.
A los 29 años viajó a Roma, donde lo siguió su madre, pero permaneciendo en Milán y el encuentro con san Ambrosio ayudó en su proceso de conversión, así en el año 387 fue bautizado acompañado de santa Mónica, que vio por fin como sus oraciones habían alcanzado la conversión de su hijo. Ese mismo año, cuando deciden embarcarse de regreso a su tierra ella enferma gravemente y en pocos días murió, pidiendo antes a sus hijos que no dejaran de rezar por el descanso de su alma.
“Brillaste, y resplandeciste, y curaste mi ceguera”
En un fragmento del texto en que habla de su conversión, Agustín escribe cómo se hizo la luz en su cerebro, se topó con Aquel que dijo “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, así como “quien lo sigue no camina en tinieblas” (Jn 8, 12), palabras que fueron también un detonante en su vida de conversión.
Agustín fue ordenado presbítero en Hipona en 391 y obispo de esa misma ciudad en 395. Durante los últimos años de su vida asistió a las invasiones bárbaras del norte de África en el 429, en el asedio de Hipona cayó enfermo y murió en el año 430.
La Iglesia celebra a santa Mónica el 27 de agosto y a san Agustín de Hipona el 28.
Luis Neira R, ssp
Editorial San Pablo