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Santos Ana y Joaquín (los ancianos de la Iglesia)

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26 Jul

Hoy 26 de julio, celebramos la memoria de los padres de Nuestra Señora: San Joaquín y Santa Ana. Algunos escritos apócrifos cuentan la vida de quienes fueron los primeros educadores de la Santísima Virgen. Los Santos Padres y la Tradición también testifican que San Joaquín y Santa Ana corresponden a los padres de María.

Santa Ana habría nacido en Belén. San Joaquín en Galilea. Ambos eran estériles. Pero a pesar de enfrentar esta dificultad, vivieron una vida de fe y temor de Dios. El Señor los bendijo entonces con el nacimiento de la Virgen María y, también según una antigua tradición, san Joaquín y santa Ana eran ya de avanzada edad cuando recibieron esta gracia. La niña María fue luego llevada por sus padres al Templo, donde fue educada, permaneciendo hasta el momento de su noviazgo con San José.

El mundo actual ha provocado una gran inversión de valores. En el pasado, los ancianos eran más respetados porque se creía que su experiencia otorgaba sabiduría a los demás. Incluso hubo un consenso popular de que se debía respetar el cabello blanco de los ancianos.

Sabemos que la edad no confiere santidad a nadie, pero también sabemos que los mayores ya han sufrido más decepciones, han luchado, ya han conseguido algo que los más jóvenes empiezan buscar.

Podríamos pensar que los mayores, por vivir más tiempo, cometieron más errores. Sin embargo, también podemos pensar que los ancianos, precisamente por haber vivido más, son más conscientes de sus defectos, por experiencia y porque han desarrollado, a lo largo de los años, una mayor conciencia de lo que está bien o mal.

En la Iglesia también sentimos a veces este prejuicio. Algunos prefieren escuchar la homilía de un sacerdote joven y despreciar las palabras de un sacerdote anciano. Algunos laicos mayores también son rechazados en su trabajo pastoral, debido a la preferencia por los laicos jóvenes. Es la sociedad la que influye negativamente en la Iglesia.

Necesitamos sangre nueva, eso seguro. Renovarse siempre es positivo. Pero debemos recordar que el espíritu juvenil no es privilegio de los jóvenes. Hay ancianos cuyo corazón está lleno de amor, de esperanza, de optimismo y que pueden contribuir a una Iglesia que anuncia cada vez más el Evangelio. Y hay jóvenes que cuestionan todo, sin encontrar soluciones y que no tienen nada que aportar al enriquecimiento de la sociedad. Es bueno recordar que hay jóvenes de edad y viejos de mentalidad; viejo en edad y joven en mente.

El amor no tiene edad. Puede florecer y crecer en el corazón de niños, jóvenes, adultos y ancianos. Al fin y al cabo, todos somos Iglesia y el respeto a los ancianos debe ser una demostración de madurez y respeto a favor de reconocer la colaboración que los ancianos ofrecen y pueden ofrecer a la Iglesia y al mundo.

P. José Carlos de Freitas Júnior, SSP

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