Al referirnos a mártires, estamos hablando de μάρτυς, μαρτυρος [martyr, martyros] que significa "testigo”, palabra que gradualmente se empezó a emplear para aquellas personas que continuaban dando testimonio de su fe aun cuando estaban siendo torturadas. Este nombre recibía las personas en los primeros siglos del cristianismo. Aquellos que eran seguidores de Jesús y perdían su vida a causa de la defensa de su fe, de sus creencias. Se entendía, pues que el martirio era un signo de fidelidad, antes de renegar de su fe.
Los padres Miguel, Zbigniew y Sandro, mártires de la diócesis de Chimbote, lo fueron al tener la experiencia de dar sus vidas. Testimonio que se une a otros tantos miles de testimonio de quienes han dado su vida por Jesucristo, haciendo eco de esta manera de lo que en el evangelio de Juan 15, 13 está escrito: “No hay amor más grande, que dar la vida por sus amigos”. Esto es, siguiendo el ejemplo de Jesús. El martirio pertenece a la esencia de la Iglesia afirmaba el teólogo alemán, Karl Rahner.
Tanto el padre Sandro Dordi, sacerdote identificado con su comunidad, impulsando de manera especial la unidad familiar, como forma de lucha, como los padres Miguel y Zbigniew, entregados al trabajo con su comunidad, al igual que los mártires de nuestra Iglesia, sufrieron la violencia de sus asesinos que vieron en su labor con la Biblia en mano y la transformación de las vidas de los habitantes de su pueblo; un estorbo para su revolución. La paz, antes que la guerra terrorista, así fueron fieles al evangelio de Jesús que trae vida. Estos mártires eligieron hacer de sus comunidades su familia, dando su vida por la defensa de su fe, siendo testigos de Cristo.
Winston Paz Bastarrachea