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    Santa Clara de Asís

    11 Ago

    Clara de Asís nació en 1193, en el seno de una familia aristocrática y rica. Renunció a la nobleza y a la riqueza para vivir humilde y pobre, adoptando la forma de vida evangélica propuesta por Francisco de Asís. Ellos trajeron a su época, a su contexto histórico, social y eclesial, la frescura y lozanía del Evangelio, despertando en los hombres y mujeres de su tiempo: nobles y plebeyos, ricos y pobres, entre las vírgenes e incluso en los matrimonios, el deseo gozoso de vivir el evangelio en sencillez y radicalidad.

    Clara no es únicamente la versión femenina de un carisma que Dios da, para embellecer a su Iglesia, si no su complemento más precioso. Clara no solo es la plantita de Francisco, sino también parte de su raíz más profunda, y la lámpara luminosa que alumbra la casa de Dios y de la que Francisco disfruta; en ella se apoya para discernir muchas veces la voluntad de Dios sobre su vida.

    Es la mujer que vivió abierta a la acción del Espíritu Santo, y de este modo nos acercamos a ella, viendo en su vida la continuación de aquel Pentecostés con que el Espíritu comenzó a ser comprensible la Buena Nueva del Evangelio. Con Clara Dios ha seguido obrando y escribiendo su historia de salvación. Y es en ese momento histórico y desde ese rincón concreto de su vida oculta y contemplativa de clausura, desde donde ella responde con particular fidelidad y creatividad. Fue la primera y única mujer en escribir una regla de vida religiosa para mujeres muy diversa a las tradicionales de su época, defendiendo con ello la novedad del ideal que el Espíritu del Señor le infundió vivir.

    Su vida de clausura no la hace insensible a las necesidades, desafíos, anhelos y esperanzas de los hombres y mujeres de su tiempo. Como portadora y custodia viva del Señor, por la fuerza poderosa de su oración intercesora se dejó oír, la voz consoladora y protectora del Señor, prometiendo custodiar y liberar la Ciudad del exterminio de las tropas enemigas de los Sarracenos, como hoy es capaz de liberarnos, si se lo pedimos con la fe de Clara de cualquier enemigo de la humanidad, aun cuando éste sea un virus mortal.

    Las Clarisas venimos de los tiempos antiguos, pero es Dios que nos conduce hasta la alborada de un tiempo nuevo. Es tiempo de encender lámparas, de alumbrar caminos, de ser testigos santos de una gran novedad, tiempo de arriesgar, tiempo de concentrar fuerzas y recuperar la esencia del cristianismo, en la forma de vida a la que cada uno ha sido llamado. Es hora de encender lámparas para que una luz de intensa Claridad alumbre nuestro mundo oscurecido. Como Clara, seamos capaces de transparentar a Dios. Dejemos que nuestra vida grite, nuestro testimonio pregone la presencia de Dios también hoy en medio de su Pueblo.

    Hermanas Clarisas de Trujillo-Perú

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